Dormir
Hace unas semanas, cuando la valiente voz del actor Norman Briski se alzó en un escenario, la Argentina se estremeció. Ese momento sublime en el que las lágrimas brotaron con una sola palabra, "GAZA", sentimos por un momento, que no estábamos muertos. Que la vida latía bajo tantas capas de hipocresía, ante tanta coraza de indiferencia.
Por un instante, el que duró el silencio que nos interpelaba, el horror de vernos a nosotros mismos como entes descarnados, nos sobrecogió y nos puso sobre la tierra. Esa que habitamos pero no comprendemos. La que apenas pisamos, de vez en cuando entre devaneos mediáticos y urgencias vitales.
La política del shock con la que nos han ido arreando nos fue quitando la humanidad de una manera muy sutil, casi imperceptible.
Nos fueron moldeando a la medida de la necesidad de los políticos de turno, cuando desde el origen de los tiempos, éramos actores políticos. Fuimos perdiendo la avidez por entender el mundo, y nos convertimos en consumidores de noticias. Cuanto más breves y preelaboradas mejor.
Dejamos que nos quiten el protagonismo de nuestras propias vidas, al aceptar sin espíritu crítico los que nos dijeran desde los púlpitos mediáticos los operadores de turno.
Tenemos la mansedumbre suficiente como para no aprender, y por ende, no transmitir lo que hubiéramos podido aprender, dejando a las nuevas generaciones a merced de quienes harán todo lo posible por mantener la maquinaria funcionando como está, convirtiendo a nuestros hijos en su combustible.
Las apuestas, el alcohol, la prostitución, las drogas, todo está ahí, a un click de distancia de ese niño que volvió de la escuela con la mochila cargada de libros que hablan de un mundo que ya no existe.
Si tiene suerte, esa noche cenará con una familia más abrumada por los problemas económicos concretos, que afectan su supervivencia. No tienen cabeza ni tiempo real para ocuparse de los peligros virtuales- concretos- que acechan a sus hijos.
Y si por ventura intentaran detenerse a pensar en eso, la heladera, ya sea por vacía o por tener las boletas de la luz, el gas, el agua, el ABL, internet, teléfono, etc, les recuerda que en los Juegos del Hambre, el que para, pierde.
La pantallita del celular cinco minutos antes de caer rendido sobre la almohada, les intentará vender cosas que no pueden comprar, convirtiendo en deseo consumista la frustración de esa insatisfacción permanente, mientras las redes sociales le muestran algún hecho indignante para que canalice su bronca hacia otro lado que no lo tenga como protagonista.
Dormirán lo mejor que puedan, sabiendo que el juego comienza otra vez cuando suene el despertador.
Dormirán habiendo dejado todo de sí ese día para subsistir un día más. Y mañana, cuando el juego comience, seguirán durmiendo con los ojos abiertos. Como hoy. Como ayer.
No habrán notado a la familia que ahora duerme en la avenida, en la puerta de ese local que cerró la semana pasada, ni estuvieron en casa para escuchar cómo llaman a su puerta los mendigos...
Lo que no se ve, no existe.
No vemos la pobreza golpeando nuestras puertas, pero tampoco los peligros que acechan a nuestros hijos, esos que llegan subrepticiamente.Si cerramos fuerte los ojos, no la concebimos.
Como pasó en la localidad de San Pedro, a veces es más fácil soñar que un esquema Ponzi nos hará millonarios, que pensar por qué estamos siendo empobrecidos, cómo y quiénes son nuestros enemigos...
Dormidos andamos por la vida mientras alguien, en algún lugar, decidió que no tengamos sueños y que si algunos osaron tenerlos, los olviden.
Son las tres de la mañana.
El silencio amplifica lo que pienso de un modo ensordecedor.
¿Me convertiré yo también en piedra antes de ser ceniza?
¿Cuál será la palabra que saque a la Argentina del sueño profundo que nos obliga a no soñar?
"Nos robaron la ficción y está en la Casa Rosada", dijo Briski...
¿Quién será el actor o la actriz que al mencionar la palabra mágica frente a un micrófono, nos obligue a poner los pies en la tierra por un instante para tomar conciencia de nuestra realidad?
Si acaso esa palabra fuera dicha, ¿podremos comprenderla?
El presidente paga para ir a hablar sin decir nada en un escenario extranjero y es humillado públicamente cuando le cortan el micrófono. No les interesa a los amos lo que el advenedizo del patio trasero tenga para decir. Se quedaron con su dinero para humillarlo y buscarán cómo sacarle jugo a nuestro pueblo.
Mientras en los medios y las redes, se solazan u ocultan el hecho, creando una ficción sobre un hecho tan vergonzante como banal...
Y parece ser que retirar un busto de un organismo público es más importante que el cierre de la única fábrica de aceros especiales de la Argentina cierra dejando a miles sin trabajo y a millones sin industria nacional; y el desguace de Fabricaciones Militares, donde se producen precursosres para la industria y el agro, que tendrá consecuencias en la vida de millones, pasa casi desapercibido.
En esta realidad kafkiana no dormir es una maldición.
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